Premio Asgapa a la escritura crítica - Texto de Azucena Arves Talavera - (Muestra: Kairós 2021)
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En este espacio queremos compartir textos premiados y destacados por ASGAPA a las voces emergentes para la critica del arte.
Presentamos los textos destacados sobre la muestra Kairos de Osvaldo Salerno, presentada en Galería Matices bajo la curaduria de Alban Martinez Gueyraud.
Entre el tiempo y la existencia
Por Azucena Arvez Talavera
El reloj gobierna el mundo, condiciona las acciones, cuestiona y rige el sentido. El tiempo deja su rastro en todo lo que toca, agrede desde su paso, eterno y constante, la existencia. Sobre el tiempo se construye lo que trastoca ritmos propios, incluso desde la fugacidad de los instantes.
El tiempo parece ser uno de los temas centrales en la exposición individual de Osvaldo Salerno, titulada Kairós. Presentada en la Galería Matices, bajo la curaduría de Albán Martínez, reúne dos formatos de obras: el primero es el de cajas tipo escaparates que contienen diversos objetos intervenidos y que dialogan entre sí; el segundo corresponde a impresiones corporales en tinta negra. Ambas corresponden a diferentes series que ha trabajado el artista.
La muestra se encuentra distribuida en cinco ejes temáticos. Estos llevan por título Mano, Aión, Melancolía, Cronos y Amor, y comprenden un diálogo entre las figuras mitológicas, que representan diferentes cualidades del tiempo, la existencia y el cuerpo.
Las obras de Salerno están formuladas a través de la construcción de objetos, instalaciones y montajes que vinculan medios mixtos; desde la fotografía, la escritura, el dibujo, objetos rescatados de la vida cotidiana –vale decir: del tiempo y la oscuridad– los cuales conjuga con impresiones corporales, elementos naturales, clavos, plumas, pelo humano, moldes de yeso, libros y otros, encajonados en madera y vidrio. Los objetos son dispuestos de manera organizada, algunos intervenidos, cortados, atados, pegados, descompuestos, otros ocultos.
Desde el contraste, el cuerpo fragmentado –el torso, las piernas, las manos y el rostro– dejan su huella impresa por medio de la tinta negra que deja visible la contextura humana: los poros, los pelos y las cicatrices que fueron lienzo y matriz. La impresión es trabajada desde la monocromía y la organización simétrica del cuerpo sobre el papel, componiendo figuras orgánicas que resaltan con el enmarcado. La serie de impresiones corporales de Salerno apela a una oposición entre el cuerpo humano volumétrico y su huella bidimensional como registro de la existencia.
Sobre paredes blancas y grises que destacan el enmarcado cálido de la madera, el contraste negro de las impresiones sobre el papel blanco, el color aventajado de las páginas de los libros que reúne la muestra, componen una línea visual cromática sobria, ambientada con una iluminación plena y cálida que conjuga con criterio de armonía los diferentes objetos expuestos. La organización espacial es orgánica, debido a la posibilidad de accesos variables que permiten regresar de una obra a otra con la mirada, entablando relaciones con los hilos conectores que comparten.
Las obras de Osvaldo Salerno parecen invitar a la reflexión sobre la existencia ante el paso del tiempo. Quizás las impresiones exhiban marcas de experiencias, que no siempre están relacionadas con la intención o lo planificado. El tiempo también produce desnudez, marca su huella en la piel, madura en el interior de las ideas, o no. Los objetos cotidianos acompañan la existencia humana, y se vuelven catalizadores de ideas, memorias, sentimientos; conducen a la acción y orientan la representación del mundo.
Una diversa combinación de objetos –algunos encontrados y rescatados, otros obsequiados al artista– permite complejizar una idea de realidad, tal vez como artefacto de memoria colectiva en que se presenta una organización y ocupación espacial extrañas a la procedencia de los elementos. Estos objetos de Salerno pueden ser leídos como registro de un tiempo, donde los instantes son privilegiados en la construcción de memoria y el contenido inherente de cada uno de ellos es intervenido. Pero la obra no se cierra sobre sí misma: captura la mirada y desafía a explorar la escena abierta con imaginación.
Cada objeto inmerso en un entorno significativo dialoga con la temporalidad; así también lo hace con la existencia humana, que atestigua su presencia. Paradójico, el tiempo es tanto eterno como fugaz, puede ser visible en sus marcas, y al mismo tiempo intangible, puede ser objetivo y medible, pero también es una experiencia subjetiva.
¿Quién no ha oído alguna vez decir que en la vejez el tiempo se vuelve más lento? ¿Será que el tiempo vivido es diferente al tiempo pensado? Es, ciertamente, una cualidad de la existencia. Y los objetos y las huellas que dejan los cuerpos pueden constituir un registro de esta. La búsqueda por comprender la naturaleza del tiempo ha procurado su dominación, por medio de las medidas de su duración y su división en partículas; por medio de su clasificación en un futuro incierto, un presente inasible y el pasado que es evidenciado por medio de los vestigios. En medio de una tensión entre eternidad y mortalidad, la existencia humana es devorada.
Quizás a partir de preocupaciones ante el tiempo, la obra de Salerno entabla una comunicación con lo fugaz, con lo instantáneo, pero también con un sentido de oportunidad. Mientras el tiempo alterna lo imprevisible con la regularidad, algunos hallazgos ofrecen compañía: son objetos que evocan la experiencia vivida, y tienen la capacidad de alterar los cuerpos que, como lienzos reciben el paso del tiempo, y como matriz lo reproducen sobre el papel.